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Discurso de Mons. Dr. Fausto R. Mejía Vallejo en Acto Ceremonial de Exaltación a la Galería de los Valores 2016

 

Esta noche la Sala Augusta de nuestro Teatro está vestida de fiesta y de gala. Cuando se habla de espectáculo y de teatro en cualquier latitud del mundo, de inmediato se nos impone la idea de solemnidad y de noche de ensueño; y para eso no tiene que tratarse del Lido de París o de Radio City Music Hall de Nueva York, que son de los más famosos del mundo; esa aplicabilidad vale también para nuestro modesto teatro de nuestra Universidad Católica Nordestana, donde hemos sido convocados esta noche, para nuestra cuarta versión de la ya esperada Galería de los Valores. Por eso les decimos: Bienvenidos, bienvenidas y gracias por su presencia. Y de inmediato una reflexión.

            La primera cosa que queremos poner a su consideración, es que no hemos venido a participar de un gran concierto o de una excelente obra teatral; por tanto, no van a aplaudir con delirio y a gritar ¡bravo! Porque no verán subir a escena a un reconocido actor o actriz; o un famoso concertista; sí que les hemos invitados para mostrarles los elementos más exquisitos que adornan a cualquier ser humano: que son los valores.

            Pero no se trata de mostrarles los valores materiales que se pueden cuantificar en un precio, objetivarse en un inmueble o en la marca de un vehículo de lujo; tampoco se trata de los valores que suscitan prestigio, generan poder o admiración por la posición social que se ocupa; queremos mostrarles los valores que son guías y pautas de comportamiento, que han sido cultivados y están ahora encarnados, en hombres y mujeres que trascienden lo espacio – temporal. Son los valores simbólicos que nacen del espíritu, que iluminan y transforman a los seres humanos en todas sus dimensiones; son los valores que configuran un estilo de vida y un modo particular de ser y de actuar, que producen e infunden admiración, respeto y autoridad.

            En las exaltaciones anteriores hemos puntualizado, que nuestra Galería de los Valores no tiene similitud con otras exaltaciones, porque la nuestra es mucho más modesta y artesanal, aunque no por eso menos rica en significado y en contenido. No tiene nada que ver con el Latin Grammy Award, que premia la música y los cantantes latinos. Tampoco guarda similitud a no ser en la solemnidad que le imprime el Dr. Luís Esmurdoc, a la Galería de la Fama del Deporte de la Región Nordeste, que reconoce las destrezas y las habilidades de los que se han destacado en un renglón deportivo.

            Mucho menos podemos compararnos con el derroche, el glamour y la originalidad de los mejores modistos y modistas internacionales, que visten las grandes luminarias de Hollywood, en ese ambiente de fascinación y de ensueño que se da en la alfombra roja para premiar las mejores películas y a las grandes estrellas cinematográficas; que aquí quieren imitar con la alfombra roja del teatro nacional para otorgar un soberano a los artistas más valorados según los cronistas de artes y de espectáculos.

            Nuestra galería de los valores quiere inspirarse y conectarse en un feebach histórico, aunque tengamos que retrasar siglos las manecillas del tiempo, para aprender de quienes fueron los precursores de la cuna de la civilización, me refiero a la Grecia Antigua.

            Al afirmar eso, de inmediato me expongo a que algunos se pregunten ¿No sería eso un retroceso y un anquilosarnos mirando el pasado? ¿No sería darle razón a Oppenheimer, cuando plantea que los pueblos de América Latina no avanzan porque se distraen mirando hacia el pasado, en vez de pensar prospectivamente como los países del Asia? Y hasta Jesús nos dice “el que pone las manos en el arado y mira hacia atrás no puede ser mi discípulo”.

            Pero no es volver hacia atrás, sino inspirarnos en el pasado de Grecia, cuyo orgullo es su poder espiritual para aportar a los avances de la civilización, partiendo de lo esencial del ser humano, para poner al descubierto lo que estaba latente en la naturaleza y en lo más recóndito del ser mismo ser humano.

            Pensemos por ejemplo en la madre del saber y del conocimiento que es la filosofía, donde dos filósofos entre muchos otros, marcaron leguas y siglos, al introducirnos en la mismidad de la esencia del homo sapiens, en ese caso Sócrates, el primero en hurgar en el interior del hombre para darnos esa sabia sentencia “gnoscete te ipsum” (conócete a ti mismo); de ese modo nos señala que esa “caña pensante” al decir de Blas Pascal que es el hombre, es el misterio de los misterios. Y si nos acercamos a Aristóteles, éste trasciende la dimensión inmanente del hombre y nos remonta al mundo del ser en su doble condición: contingente y limitado que somos nosotros y el Ser Necesario Trascendente y Sobrenatural que es Dios.

            Es en Grecia donde está como un testigo mudo por siglos que es la Acrópolis, cuyo centro es el Partenón de Atenas, cuna de los hombres de ciencia, del arte y de la filosofía.

Y no lejos del Partenón, como un símbolo complementario de esa civilización, se encuentra el Areópago, situado en la Colina de Ares el dios de la guerra, presidido por Zeus el Padre de los dioses. Es en ese Panteón donde se encontraba un nicho vacío que rezaba “al dios desconocido”, por si acaso había en algún rincón del mundo un dios que ellos no conocieran; elemento que aprovechó el impetuoso y el culto San Pablo para fundamentar su argumento ante los sabios allí reunidos, y hablarles acerca de Jesucristo, el Mesías, que murió y resucitó, pero al oír esta última palabra se levantaron y le dijeron a Pablo, te escucharemos otro día; pero no obstante eso, ya el don de la fe en Jesús había penetrado en Dionisio y Damaris.

Y el estímulo de los griegos lo valido también, porque no lejos del Partenón, apenas algunos kilómetros está el Monte Parnaso, éste hijo de Poseidón y una Ninfa, responsable del oráculo de Delfos, que luego fue ocupado por Apolo, donde habitaban las 9 Musas, presidida por Calíope la Musa de la elocuencia, de la belleza y la poesía épica; igualmente Clío la Musa de la historia y Urania la Musa de la astronomía y de las ciencias exactas. Y en lado opuesto como formando un triángulo con el Partenón y el Monte Parnaso, estaba Olimpia, la ciudad de las grandes competencias deportivas, con sus cinco argones o certámenes: atletismo, luctario o lucha libre, el mundo hípico y el Pentatlón (salto de longitud, carrera de velocidad, lanzamiento de la jabalina y del disco.

Pero también nos aportaron los principios de la democracia con su ley de oro que es la isonomía, es decir, la ley debe ser aplicada para todos los ciudadanos de igual a igual. De Grecia es también el famoso Alejandro el Grande, hijo de Filipo de Macedonia, quien desde muy jovencito se quejaba diciendo “mi padre de todo se apodera y no nos dejará nada grande para cuando nosotros seamos grandes”.

Todo eso nos motiva para mirarnos y echar una mirada a nuestro entorno. Pertenecemos al mismo mundo de los griegos, nos surcan diferentes mares y nos calienta el mismo sol. Ellos tienen una historia milenaria, nosotros alcanzamos la mitad del milenio; en estos momentos ellos perdieron el horizonte y atraviesan una gran crisis económica, nosotros nunca hemos despegado a esos niveles de un modo significativo. Podemos en estos momentos hasta auto engañarnos y caer en una vana compensación al decírsenos que tenemos un país donde crece exponencialmente más la economía; y esa es una media verdad, porque crece en un círculo cerrado y nunca se desparrama para que alcance a algunos sectores cada vez más marginados y excluidos.

Tanto es así, que retrocedemos de tal manera que hasta nos parece convertirnos en nómadas. Pero podemos seguir afirmando “que nada nuevo hay bajo el sol”.

            Siempre será grato oír de nuevo a San Pablo en su carta a los Colosenses “Bendito sea Dios, Padre de Nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con todas clases de bendiciones, materiales y espirituales”; que si la unimos a la convicción de Miguel de Cervantes y Saavedra que no se cansa de repetir “avanzamos Sancho, avanzamos”. Es verdad, porque van cambiando las condiciones materiales; el esplendor de la tecnología no se hace esperar; los avances de la ciencia sin lugar a dudas son grandiosos; aunque el primitivismo que todos llevamos dentro, de cuando en vez se hace presente, cuando con Saulo de Tarso decimos “que pena la mía, veo el bien y lo apruebo, sin embargo muchas veces hago el mal que no quiero”. Eso nos confirma la conclusión a la que llega el famoso Fedor Dostowiesky, que nos dice: “todos llevamos dentro un Karamazov”. Un Dimitri que sufre por resignación; un Iván idealista que maquina contra los demás y hace que su hermano Smediarkov asesine a su padre para poder cobrar la herencia, y un Aliosha, seminarista que solo mira hacia el cielo y no quiere involucrarse con las cosas de este mundo.

            Todo eso de cuando en vez nos puede arrastrar hacia el pesimismo, pero nos alecciona el saber que la historia es lineal, acumulativa y progresiva; por eso las manecillas del tiempo no se pueden manipular en clave de retroceso. Siempre habrá un mañana y un después; ya que el “porvenir es más bello que todos los recuerdos” al decir de Rabindranav Tagore.

            Lo cierto es que tendremos que contar siempre con los distintos pareceres y visiones contrapuestas, según el interés de cada uno; y es normal, lógico y hasta puede tener un sesgo de justificación, si pensamos como Domingo Faustino Sarmiento, con su planteamiento “Civilización y Barbarie”, que parece reproducirse en nuestra sociedad, cuando miramos la impunidad, la corrupción, la presencia de cientos de bancas y la proliferación de colmados donde se despalotan miles de botellas de cervezas y de romo sin destilar; todo eso deteriora de tal manera las condiciones de vida de tantas familias, que hasta podemos convenir con Ciro Alegría que “el mundo es ancho y ajeno”, y a veces no da para sobrellevar “la insoportable levedad del ser” del que nos hablaba Umberto Eco. Y esa es otra canción.

            Eso nos introduce al sempiterno debate de la lucha entre el ser y el no ser; “to be o not to be”; una minoría que nada en la abundancia, mientras oros carecen de lo elemental; es la fábrica de excluidos o de descartados, del que nos habla el Papa Francisco.

            Tenemos países gobernados por trogloditas de la política, conculcando los derechos humanos, como es el caso de la rica Venezuela con un maduro que no madura; o la triste Nicaragua que otrora nos pusieron a gritar “Nicaragua sin Somoza”, y ahora se impone Ortega con su mujer, como los Cesseucaux de Rumania; o los longevos de la Isla de José Martí.

            Ante esas y otras situaciones la palabra clave que se impone es la de incertidumbre, para los miles de refugiados de Siria, Irak, Yemén, Haití, Puerto Rico y la legión de africanos que quieren alcanzar cualquier costa de la desarrollada Europa. Acaso no tendríamos que cantar de nuevo “en dónde están los profetas que en otros tiempos nos dieron la libertad para amar y luchar”; y esperemos que el truck Trump, (la patana que se llama Donald Trump) no se le meta en la cabeza materializar su programa de gobierno.

            Pero que no cunda el pánico. Estamos aún celebrando la fiesta de Cristo Rey del Universo; el Kyrios y Señor de la historia, que venció y está vivo y que anima a los cursillistas de cristiandad a cantar “de colores, de colores se visten los campos en la primavera”; y esa es la razón y el motivo fundamental de poner ante la consideración de ustedes a tres familias que nunca se amilanaron ni se rindieron, sino que han sabido cultivar los dones o carismas que han recibido y lo van poniendo al servicio de los demás.

Si yo digo que su padre se llamaba Nazario, automáticamente nos trasladamos a Nazaret, la tierra de José, padre adoptivo de Jesús, hombre justo y de trabajo, cuyo oficio era la carpintería; si a eso añado que es el mayor de cinco hermanos, dentro de los cuales está Lidia y Héctor Rizek; y cuyo nombre es Salomón, en honor al hijo de David, quien pidió sabiduría para gobernar con rectitud a su pueblo; eso da por donde quiera que usted lo mida: trabajo, seriedad, honradez, espíritu de familia, de fe y por supuesto triunfo y éxito en su vida personal, familiar y como ciudadano. Eso lo atestigua su esposa Mireya Antonia Rueda, con sus 5 hijos: María Esperanza, Mireya Antonia, Carmen Virginia, Salomón y Raúl Nazario, quienes le han dado 13 nietos. 5 hijos profesionales de calidad que van sembrando como sus padres el bien y la paz.          

A ese legado familiar se debe unir las muchas iniciativas y la materialización de tantas obras que ha propiciado aquí en San Francisco de Macorís y que todos ustedes conocen. Por eso nos alegra decir “honor a quien honor merece” y bienvenido a nuestra Galería de los Valores al Ingeniero Salomón Rizek Llabaly.

Cuando queremos destacar a una mujer de coraje, valentía y de las mil batallas, entonces decimos que es una mujer espartana o una Juana Saltitopa moderna, que viene a ser sinónimo de lucha, iniciativa, inquietud y de disponibilidad para estar presta a servir y hacerse presente en todas las causas nobles de la sociedad. Si a esas cualidades se le une un esposo emprendedor, generoso, recto y amante de su pueblo, entonces los resultados y los frutos de esa unión serán 7 hijos profesionales de alta calidad: Emery Jacinto, ingeniero a los 19 años en la Universidad de Texas; Dr. Rafael Antonio con postgrado en Boston; el Arquitecto Francisco Orlando con estudios en Estados Unidos, Robert Junior quien se graduó en la Academia de Guarda Costas en la Marina de los Estados Unidos; el Ingeniero Agroforestal Yemel Mayo, graduado en la Universidad Católica de Chile; también dos excelentes profesionales de la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña Vindha Trinidad y Hayan José. Si queremos saber su nombre solo tenemos que pronunciarlos: Dr. Rafael Ortega y la intrépida Violeta Martínez Viuda Ortega, a quien recibimos con un fuerte aplauso.

Reflejar un rostro alegre y mostrar siempre una vida sencilla y con prontitud para la solidaridad, es la mejor expresión de madurez y de grandeza de espíritu de un ser humano. Eso propicia y crea puente de comunión con los demás y paz profunda en el corazón. Estoy hablando de una persona triunfadora y de éxito; inquieto desde su juventud por la suerte de su pueblo; dirigente estudiantil y deportivo, presente en muchas contiendas nacionales cuando la patria así lo ha reclamado; excelente abogado al servicio de la justicia y de la paz. Un gran emprendedor que incursiona muy exitosamente no solo en el campo del derecho, sino también en el sector financiero, en la ganadería y ahora está sumamente enamorado del medio ambiente y de la ecología, por eso se está dedicando a cuidar y sembrar árboles, felicidades por este valioso hobbies.

Hace 51 años que está casado con Catalina Yanguela Gómez, formando con ella una hermosa y estable familia, donde sus cuatro hijos son profesionales de calidad y ciudadanos incuestionables: Laura que es la mayor, graduada de economía en la Pontificia Universidad Madre y Maestra (Magna Cum Laude) y quien es Presidenta de la Corporación de Crédito y Préstamos a las Órdenes.

José es abogado y graduado en la misma universidad que Laura; y ostenta la Presidencia de la Corporación de Crédito Nordestana de Prestamos. Tomás es doctor en Odontología de la UNIBE. También tenemos al Ingeniero de Sistemas Luís Rodríguez Yangüela, graduado en la Madre y Maestra, y dirige el Departamento de Informática de las empresas. Hay que destacar que sus hijos, aunque nacidos en Santo Domingo, se han volcados voluntariamente a las empresas promovidas por su padre y adoptados a San Francisco de Macorís como su patria chica. Demás está decir que estamos hablando de un hombre serio y honrado, emprendedor y humilde que lleva por nombre Doctor José Rodríguez Conde (Alias Joselín), a quien pido que le dispensemos un fuerte aplauso.

Ahora ustedes pueden entender mejor que estamos reconociendo y exaltando a tres familias que son ejemplos y testimonios de los grandes valores que hoy necesitamos mostrar. Tres familias integradas, unidas y triunfadoras, porque han vivido muy motivados por la fuerza del amor, y por eso han dado el mejor y más grandioso regalo que ellos podían brindarles a sus hijos, que es el cariño, la cercanía, el amor, la amistad y el ejemplo de sus vidas. Tres familias con 15 hijos profesionales que son paradigmas de comportamiento y ciudadanos ejemplares. Entonces ahí tenemos la clave y las notas musicales de la sinfonía que los dominicanos/as queremos escuchar y el camino que debemos recorrer si queremos una patria liberada, una familia más dichosa y una sociedad diferente. De ahí nuestra alegría, felicitación y gratitud al Ing. Salomón Rizek, a la bioanalista Violeta con el Dr. Rafael Ortega y al Dr. José Rodríguez Conde, por ser como son y por el aporte y el ejemplo que han dado al país, a nuestra sociedad y a las familias dominicanas. ¡Honor y gloria! para ustedes y para sus hijos, y que el Espíritu Santo derrame sobre cada uno su luz, su alegría y su paz.

Muchísimas gracias.

 

                  

 

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